ultramarina

Mes: noviembre 2009

Melancolíasagan….. sentimiento acerbo que abre la sedosa indiferencia por donde deambulan sombras gemelas que se refejan en los lívidos y azulados recuerdos

Envolvente de cómplices impulsos por donde se escapan lentamente los deseos de una quimera hasta desaparecer por un instante

Recurrente con la puntualidad de lo inevitable  cita con los propios fantasmas en un abrazo inverosímil.

Quehacer. Perder el tiempo por ganar tiempo. Andar ocupado.

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Así es como lo no esencial, lo no dotado de interés en sí mismo, lo no artístico, pues, si se quiere ver así, conforme la historia del arte lo remarca hasta el punto insoportable de la insolencia. Frente al largo viaje, repleto de múltiples haceres, de Ulises ocupando páginas y páginas, las cuales solo han servido para hacerles perder el tiempo a infinidad de generaciones de estudiantes y aprendices de literatos (en cualquier caso, buen aprendizaje este de aprender a perder el tiempo cuando lo que se busca es aprender, al tiempo, a vivir del cuento) el quehacer constante y aburrido (¿seguro?) Hay que ver cómo libera la imaginación lo maquinal, lo que sólo se lleva entre manos de Penélope. O por qué no, la constancia con que Cezanne pinta un día y otro día la montaña de Saint Victorie.

El regreso de Ulises

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En el último canto de la Odisea, Ulises debe probar su identidad. El perro, el fiel porquero, el ama que le da aliento, el propio hijo después de que Atenea se lo contara reconocieron al héroe que volvía. Que supiera tensar el arco de Ulises con el que mató a los pretendientes ayudó a reconocerlo. Sin embargo Penélope no creyó en su identidad, la hizo esperar demasiado tiempo.

¿Y qué termina convenciendo a Penélope tan acostumbrada a los engaños? Pues el carácter inamovible del lecho que Ulises construyó siendo aún joven, está tallado en un olivo, un arbol vivo y robusto y sostiene el palacio. La casa y el arbol sólo se pueden mover a la vez. Un bonito ejemplo de no separatismo.

Mimesita guarda sus tesoros en una vieja caja de cartón de Los bilbaínos. Siempre la lleva consigo y ni un solo día al año deja de mostrármela, como si me retara a adivinar lo que guarda dentro, porque jamás ha cedido a mostrarme su interior. Debes arriesgarte, me susurra burlona. Arriesgarte o creerme si te digo que nada más escondo las cosas que tú me has regalado. Pero no, no me arriesgo, ni siquiera a la adivinanza. Prefiero creerla ilusionado.

Cada espacio arquitectónico, todo espacio habitable parte de una premisa: que el edificio se encuentre en un camino, en una encrucijada en la que sean posibles el salir y el retornar.

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No hay edificio sin caminos que conduzcan a él o que arranquen de él, ni tampoco hay edificios sin recorridos interiores, sin pasillos, escaleras, corredores o puertas. Pero si el lenguaje no puede controlar la accesibilidad de esos trayectos, de esos trayectos que llegan a este edificio y que parten de él, únicamente significa que el lenguaje está implicado en esas estructuras.

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El establecimiento de un lugar que hasta enconces no había existido y que está de acuerdo con lo que sucederá allí un día: eso es un lugar.

Espacio Frontón

El pelotari espera. Su brazo está en tensión. La pelota flota en el aire ingrávida e inmóvil. Durante un instante, justo antes de atacar, de golpear a la bola, todo permanece paralizado. Es un momento de suma estaticidad. Jugadores y pelota son puntos fijos dentro de las paredes del juego. Frontís y rebote definen un espacio como dos planos de coordenadas.

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El juego del frontón es estático. El espacio existe siempre, aunque no se juegue. El lugar está regido por las paredes y el suelo. Todos los puntos tienen una coordenada exacta en el plano de juego. Los objetos se disponen como en una planta libre.

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Su capacidad de organización es tan grande que alrededor del frontón el lugar se urbaniza. Ordena el mundo. El plano de juego es infinito pero reticulado. El juego es la suma contínua de fragmentos de quietud.

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No hay diálogo entre jugadores, el juego es individual, incluso se puede jugar sólo. Los vacíos necesitan de los muros para poder ser comprendidos.

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La arquitectura moderna es deudora del juego de la pelota. Muros, o suelos más recientemente se revelan esenciales para construir el espacio.

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Mes: noviembre 2009

Bon jour tristesse

Melancolía….. sentimiento acerbo que abre la sedosa indiferencia por donde deambulan sombras gemelas que se refejan en los lívidos y azulados recuerdos Envolvente de cómplices impulsos por donde se escapan lentamente los deseos de una quimera hasta desaparecer por un instante Recurrente con la puntualidad de lo inevitable  cita con

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Quehacer

Quehacer. Perder el tiempo por ganar tiempo. Andar ocupado. Así es como lo no esencial, lo no dotado de interés en sí mismo, lo no artístico, pues, si se quiere ver así, conforme la historia del arte lo remarca hasta el punto insoportable de la insolencia. Frente al largo viaje,

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Ulises

El regreso de Ulises En el último canto de la Odisea, Ulises debe probar su identidad. El perro, el fiel porquero, el ama que le da aliento, el propio hijo después de que Atenea se lo contara reconocieron al héroe que volvía. Que supiera tensar el arco de Ulises con

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Mimesita

Mimesita guarda sus tesoros en una vieja caja de cartón de Los bilbaínos. Siempre la lleva consigo y ni un solo día al año deja de mostrármela, como si me retara a adivinar lo que guarda dentro, porque jamás ha cedido a mostrarme su interior. Debes arriesgarte, me susurra burlona.

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Imatra-Cirtp

Cada espacio arquitectónico, todo espacio habitable parte de una premisa: que el edificio se encuentre en un camino, en una encrucijada en la que sean posibles el salir y el retornar. No hay edificio sin caminos que conduzcan a él o que arranquen de él, ni tampoco hay edificios sin

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Madrid-Bilbao

Espacio Frontón El pelotari espera. Su brazo está en tensión. La pelota flota en el aire ingrávida e inmóvil. Durante un instante, justo antes de atacar, de golpear a la bola, todo permanece paralizado. Es un momento de suma estaticidad. Jugadores y pelota son puntos fijos dentro de las paredes

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