La correspondencia en sí misma ya es una forma de la utopía -escribe Ricardo Piglia-
Escribir una carta es lanzar un mensaje al futuro; hablar desde el presente con un destinatario que no está ahí, del que no se sabe cómo ha de estar (en qué animo, con quién) mientras le escribimos y, sobre todo, después; al leernos. La correspondencia es la forma utópica de la conversación porque anula el presente y hace del futuro el único lugar posible del diálogo.
(…) ¿Qué es el exilio sino una situación que nos obliga a sustituir con palabras escritas la relación entre los amigos más queridos, que estan lejos, ausentes, diseminados cada uno en lugares y ciudades distintas?