Hay en estas páginas algo como la partitura extensa de una música de pavana o gavota en la que el lector se ve obligado a recorrer el oscuro túnel del tiempo; un viaje en tren hacia el pasado y su violento haz de luz que pone un foco de escenario sobre el presente, luz que proyecta sombras igualmente en ese otro insondable laberinto: el del espíritu de Victor Hugues, estricto jacobino encarnación de los ideales revolucionarios, personaje del que se sirve Carpentier para trasladar ideas de un siglo a otro, como se transpasaron en el pasado de un continente a otro