Sabemos cómo los diversos estudios de estética elaborados entre los siglos XVIII y XIX  basados en la articulación del pensamiento de la Ilustración establecen correspondencias de técnica material a significación formal, entre la idea y su manifestación sensible, entre símbolo y signo -diríamos nosotros-, pues uno de los ejes fundamentales en torno a los cuales se articula dicho pensamiento iluminista, está basado en la reflexión en torno a la naturaleza y sus mecanismos y sobre todo a la firme convicción de que el progreso humano depende de la capacidad del hombre para regular su funcionamiento.

Es por eso que Gotfried Semper (1803-1879) en su intento de explicar la arquitectura a través de la antropología, anticipa la arquitectura moderna proponiendo el modelo de la Caribbean Hut, cabaña primitiva donde se sintetizan las reglas primordiales de la arquitectura: Un suelo pétreo elevado, presidido por un hogar, lugar central del fuego, origen funcional y moral del primitivo alojamiento del hombre, cubierto por un techo sostenido por finos soportes de caña de bambú y revestido con esteras entretejidas.

 Hogar,  suelo, techo y cerramiento entregan el protagonismo a la envolvente espacial de la verdad pura, ideal del concepto de morada iluminada por el pensamiento lógico racional en Mies Van Der Rohe. Lugar del pensamiento que imagina y construye la casa.

Hablar de forma no se puede reducir obviamente a hacerlo de la representación de un objeto, hablar de forma es hacerlo de disposición y organización.