ultramarina

Todo discurso reflexivo corre el riesgo, de devolver  la experiencia del afuera a la dimensión de la interioridad; irresistiblemente la reflexión tiende a reconciliarla con la consciencia y a desarrollarla en una descripción de lo vivido en la que el «afuera» se esbozaría como experiencia del cuerpo, del espacio, de los límites de la voluntad, de la presencia indeleble del otro.

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El vocabulario de la ficción es igualmente peligroso: en el espesor de las imágenes, a veces en la mera transparencia de las figuras más neutras o las más improvisadas, corre el riesgo de depositar significaciones preconcebidas, que, bajo la apariencia de un afuera imaginado, tejen de nuevo la vieja trama de la interioridad. De ahí la necesidad de reconvertir el lenguaje en reflexivo. Hay que dirigirlo no ya hacia una confirmación interior, sino más bien hacia extremos donde pueda ser refutado constantemente.

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