Frente al desorbitado potencial que poseen las industrias contemporáneas del espectáculo y redes sociales, resistir a su efecto de empobrecimiento cualitativo y expropiación de la experiencia que las caracteriza, puede ser el leit motiv de una nueva política.
Acaso en esa tarea de esa nueva política definida en la era del trabajo inmaterial, las prácticas artísticas lograrán encontrar, en un proceso de transformación de las sociedades actuales sus mejores argumentos de futuro.